Soy setentista. Yo participé anónimamente en las movidas multitudinarias y gozosas de aquellos años efervescentes, en la ilusión colectiva de que se venía “la revolución”. Y como miles, me propuse “hacer mi aporte”, hacer un digno esfuerzo por dejar mi granito de arena en esa historia. Detestábamos a los que elegían vivir sólo para hacer dinero, lo único valorable era “dedicar la vida a hacer algo por la sociedad”.
Había mucha variedad en los caminos a elegir. Había quienes participaban de aquel espíritu poniendo empeño en su formación profesional para ser útiles cuando el país lo requiriera; otros que se esforzaban por dar dimensión social a su arte; había quienes se empeñaban en la asistencia social, quienes querían imitar al padre Mugica, quienes se entregaban a la militancia de tiempo completo y quienes tenían como modelo al Che Guevara.
El denominador común era servir a la causa del pueblo, dejar una huella y ser reconocido por ello.
¿Saben qué? Néstor Kirchner lo hizo. Él pudo. Y por eso muchos, con menos capacidad y menos suerte, nos sentimos en alguna medida reivindicados.
Después de soportar que la Dictadura acribillara nuestros sueños y nos encarcelara en el miedo. Después de verificar que el mero retorno a la democracia no era suficiente. Después de soportar la degradación menemista y el destructivo floreo neoliberal. Después de sufrir la explosión de la miseria. Después de todo eso, levantaron nuevamente cabeza las dignas reservas, volvieron a actuar los viejos reflejos, se pudieron devolver algunos golpes y se pudo recuperar cierto rumbo hacia la justicia en todos los sentidos. Y a cada paso, más se sumaron.
Es mérito de millones, aquí y en el mundo, pero algunas personas se convierten en los rostros de los momentos históricos. Muchas de las caras de éste momento estuvieron el otro día en las exequias de Kirchner: Lula, Chávez, Evo, Lugo, Correa, Mujica, simbólicamente también Fidel, y sin duda el propio homenajeado.
Así que, más allá de alineamientos partidarios y de debates ideológicos, tan válidos como humanos, desde el espíritu de una época, creo que bien puedo decir: ¡Hasta la victoria, Néstor!
PD: la foto es del 6 de junio de 2003, la tomó Eugenia Cerutti y salió en Clarín al día siguiente. Soy el que está al lado de la columna y en cierto modo yo ayudé a componer la escena. Era una recepción a periodistas en la Casa Rosada unos días después de que Kirchner asumiera. Nos saludó uno por uno, y yo le señalé la imagen que lo mostraba con la frente lastimada, producto de un choque, en medio de un tumulto de abrazos y saludos el día de la asunción, con la cámara del colega y amigo Martín Acosta, de Clarín. Entonces Kirchner se acercó a mirarla y pudo documentarse la imagen comparada, lastimado-curado. No recuerdo qué dijo él que nos causó gracia junto con Carlos Zannini (secretario legal), Miguel Núñez (vocero) y un colega que no reconozco.
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