Del 15 al 17 de agosto se hizo en Buenos Aires un fraternal Encuentro Internacional de Bomberos, con delegaciones de países hermanos y de cuarteles locales. Me llamó la atención que hubiera unas cuantas bomberas y fui a entrevistar a algunas. ¿Hacen las mismas tareas que los varones? ¿Sufren machismo? ¿Cómo se arreglan con su vida familiar? ¿Cómo surgió su vocación? Hoy, las respuestas de bomberas argentinas.
Vanesa Noguera, de San Pedro, y Verónica González, de Ituzaingó, ambas de 27 años y bomberas hace seis, pertenecen a cuerpos que integran la Federación de Bomberos Voluntarios «2 de junio», que abarca 17 distritos bonaerenses con unos 2000 efectivos en total.
Vanesa relata:
«Mi papá fue bombero 25 años. El oficio me atraía, tenía curiosidad, pero a mi mamá no le gustaba. Igual hice el curso para ingresar y me reenganché, y después, a cada experiencia de ayudar a la gente, te gusta más. El curso es teórico-práctico y dura todo un año.
«Para vivir, en general trabajo en el comercio, y dedico horas de voluntaria a esto, repartiendo el tiempo con mi familia, con mi marido y mi hija de dos años. A veces hay alguna discusión, porque por ahí tenemos algún plan, alguna salida juntos, y suena la sirena y tengo que olvidarme de todo y salir corriendo. Pero se lleva.
«Cumplimos las mismas funciones que los hombres. Sabemos manejar una línea (manguera), cortar la luz o atender una víctima. Trabajamos a la par de los varones. Hay gente que no hace diferencias y otras te limitan por ser mujer. Pero esto no pasa en general con mis compañeros. Siempre a la par, sin limitarme por más cansada que esté. No hay que abandonar en ningún momento.
«La situación más dramática que me tocó fue el choque múltiple la ruta 9 en 2009 por la niebla, con decenas de heridos. Uno quiere ayudar a todos y tiene que fijarse en la prioridad».
Verónica cuenta:
«Yo nací en el Chaco y me mudé al conurbano. Un día pasé por la puerta del cuartel y entré a preguntar, por curiosidad. Ahí descubrí que me gustaba.
«Hice el curso de seis meses. Mi primera salida fue para rescatar a un gato; luego una driza (bandera enredada) en una escuela, y hasta ahí, todo tranquilo, pero sonó la alarma: fuego en una casa de familia.
«Mi jefe me dijo ‘Yo te voy a sacar buena’, y me puso con una línea en una pieza y me marcó dónde atacar. ‘El fuego tiene vida -me dijo- pero te tiene más miedo a vos que vos a él. Cuando vuelva tiene que estar apagado’. Después de 20 minutos, lo había hecho. Fue mi bautismo de fuego.
«La relación con los compañeros a veces se hace difícil. Éste es un país muy machista. Se creen que la capacidad de las mujeres es inferior. A veces una está limitada por lo físico, pero mi agilidad juega a favor. Una vez se incendiaba un taller de chapa y pintura, había cuatro autos y no se podía pasar. Fui la única que pudo saltar un paredón para atacar el fuego en la base.
«Yo soy madre soltera de un nene de 6 años y vivo con mi mamá y mis hermanos. Ser bombero sin apoyo de la familia no se puede. Todos me apoyan y yo les contagié la vocación. Mi hermana está esperando cumplir los 18 años para hacer el curso para aspirantes, y también mi cuñado.
«A mi nene lo llevo al trabajo. Cuando tengo guardia nocturna duerme en el cuartel. El 2 de junio (Día del Bombero), vino con sus compañeros de la salita (jardín de infantes) y él les mostraba todo. ‘Mi mamá saca la manguera de aquí, ésta es la autobomba, aquí está la ropa’. Creo que también va a ser bombero».
Karina Trejo
La competencia de Actividades Bomberiles, realizada en un patio de La Rural, no tuvo la exigencia de los Juegos Olímpicos pero tampoco se trataba de embocar un corcho en una copa, y fue durísima para las participantes mujeres.
Karina Trejo, 40 años, maestra jardinera y efectivo del cuartel central de Bomberos Voluntarios de Villa Ballester, puede dar fe de la exigencia, a tal punto que a cinco metros de ganar su competencia, cayó exhausta, se golpeó y abandonó, pero con la suerte de que hubo cientos de colegas cerca para ayudarla.
Esta mujer de 1,50 metros de altura, que usualmente está al frente de la salita de 5 años, compitió enfundada en su equipo antiflama, con casco, máscara de oxígeno y pesado tanque como mochila, contra una colega, más alta y fuerte, que fue al frente en casi todo el recorrido.
Subió una escalera de dos tramos llevando al hombro una manguera atada de 30 kilos. Izó con una cuerda otra manguera enrollada. Bajó a la carrera, hizo deslizar un objeto pesado a golpes de maza y corrió en zigzag en busca de una manguera conectada.
Ya alcanzando a su rival, volvió con la línea cargada para arrojar un certero chorro sobre un blanco, y ya dueña de la punta, solo le faltaba arrastrar 20 metros un maniquí de 75 kilos, pero no llegó.
Aunque se convirtió en la víctima a socorrer fuera de programa, se repuso y posó sonriente para las fotos de sus compañeros. ¿Quién puede pensar que no merece una medalla?
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