Archivo de agosto 2014

Crónicas de Pérez 21: la 115

26 agosto 2014

Esta vez estaba prevenido.

El viernes, Pérez, mi perro, me estaba esperando otra vez, contento y con la correa preparada para llevarme a dar un paseo.

Ya me lo había hecho el día en que apareció Ignacio Guido, el nieto de Estela de Carlotto. Me guió por el recorrido muy simbólico del colectivo 114, como homenaje al nieto recuperado 114.

Pero esta vez yo me había enterado de la gran noticia, la aparición de Ana Libertad, y por suerte se me ocurrió investigar la ruta del colectivo 115: ¡de Retiro a Villa Soldati! Lo más cerca que pasa de casa, en Villa del Parque, debe ser la avenida Boedo. “Pérez, negociemos”, le dije.

Por suerte convinimos que es cierto que ambos necesitamos ejercicio, pero tampoco la pavada.

Regateamos entre su propuesta alternativa de caminar 115 cuadras y mi oferta inicial de dar 115 pasos. Partimos la diferencia. Después de todo, entre 57 cuadras y media de él y 57 cuadras y media mías, sumadas da 115.

Cuando volvimos era evidente la diferencia de estados. Él aún exhibía, ostentaba, regalaba su paso elegante; yo estaba hecho pelota. Pero también fue notoria la coincidencia de otro estado: ambos estábamos felices.

Congreso de Comunicación y Periodismo en la Universidad de las Madres

24 agosto 2014

El viernes 22 y el sábado 23 de agosto se realizó en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo, en Buenos Aires, el Primer Congreso de Comunicación y Periodismo.

Fue presentada allí la carrera de Comunicación en la Universidad de las Madres: tecnicatura de 23 materias cuatrimestrales y 2 anuales y licenciatura con 11 materias más. Formación en todos los lenguajes -incluida la fotografía- de un periodista o comunicador con compromiso social, con prácticas desde el comienzo en la radio, la revista y el área audiovisual de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y mucho trabajo en la comunidad. Y con la meta de que los egresados sean capaces de gestionar sus propios medios y no solo de actuar como dependientes de una empresa.
Van algunos apuntes de las exposiciones:
«La verdad comunicativa es una cuestión de poder. No se gana la discusión solo con mejores argumentos ni encontrando la palabra precisa que corrija lo que los medios ocultan o borran. Se necesita reunir el poder para derrotarlos en la realidad. El problema no es de conciencia de las audiencias sino de realidades que constituyan respuestas» (Edgardo Mocca, politólogo).
Mariana Moyano, experta en comunicación, citó un viejo manual de una dictadura (creo que de 1968) sobre la acción psicológica, según el cual, el mensaje que se quería instalar debía partir de algún elemento de la realidad pero apuntar lo emocional, y difundirlo a través de un medio para valerse de su credibilidad. «Cualquier parecido con la actualidad…»
«Los medios construyen climas. Se ha logrado en los últimos años exponerlos como actores políticos» (Mariana Moyano).
«Para crear un nuevo sistema de opinión no se trata de expropiarle los medios al poder sino de establecer la otra opinión con medios públicos y comunitarios. La construcción de una nueva hegemonía mediática no se logra solo con medios públicos, porque eso sería desde afuera, se requiere también construir medios desde las entrañas de la sociedad» (Modestro Guerrero, periodista y escritor venezolano).
«El periodista que no se indigna ante la mentira es un farsante, y el que la reproduce, un canalla» (Dante López Foresi, periodista).
«La capacidad de influencia de los medios es inversamente proporcional a la capacidad de movilización de los actores reales de la política» (Víctor Ego Ducrot, docente Universidad Nacional de La Plata).
«La comunicación construye y disputa sentidos. Es generar debate, no bajar línea, para poner la información en línea con los intereses del pueblo» (Néstor Busso, secretario de Derechos Humanos de Río Negro).
«Néstor Kirchner me pidió que la creación del canal Encuentro apuntara a un cambio cultural, tras el panorama que dejaron la Dictadura (miedo) y los 90 (auge del individualismo)» (Tristán Bauer, presidente de Radio y Televisión Argentina).
«¿Qué dicen los medios nacionales de los jóvenes? El 70% de las noticias que involucran a jóvenes son de violencia. La juventud emerge en la sección policial. La voz de los jóvenes en esas noticias representa menos de 10 %» (Tomás Viviani, de un estudio sobre La Nación, Clarín, Página 12 y Tiempo argentino, Facultad de Periodismo La Plata).
«Observamos 13.029 noticias en la televisión abierta de Buenos Aires. Aproximadamente la mitad se dan sin fuente, 30,5 % son policiales y de inseguridad (entendida como delitos contra la propiedad de ricos atribuidos a pobres), 0,3 % noticias de derechos humanos» (Cynthia Ottaviano, defensora del público de Servicios de Comunicación Audiovisual).
«El populismo tiene algo que perturba a los sectores de derecha: la apropiación del espacio público por las mayorías populares. También la apropiación de ese otro espacio público: la comunicación» (Graciana Peñafort, directora de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Defensa).
Víctor Hugo Morales destrozó a La Nación porque hoy no puso en su tapa ni una línea, ni una palabra sobre la nieta recuperada 115.

Crónicas de Pérez 20: la Superluna

11 agosto 2014

Hacía varios días que Pérez, mi perro, venía diciéndome que no dejáramos pasar la noche del domingo sin dar un paseo para observar el cielo.

Intrigado, investigué un poco y averigüé que minutos después de las 21, la Luna alcanzaría su perigeo, es decir, pasaría por el punto de su órbita más cercano a nuestro planeta, con lo cual durante casi media hora se vería 14 por ciento más grande y 30 por ciento más brillante que lo habitual.

Claro, yo lo supe explorando diarios y otros materiales por Internet, pero ¿cómo lo sabía Pérez? Comienzo a sospechar que cuando en mitad de la noche me despierta para que le abra la puerta de la terraza no es solo para ir a hacer pis y que los ladridos con que ocasionalmente rompe el silencio de la madrugada no son únicamente dirigidos al gato del vecino que parte fugaz a sus ocupaciones.

El momento llegó y fuimos directamente a nuestro observatorio astronómico barrial, o sea, el paso a nivel de Emilio Lamarca y José Pedro Varela, donde la ausencia de edificios altos y el espacio abierto de las vías del ferrocarril San Martín confluyen para una perspectiva del cielo de una amplitud desusada en medio de la gran ciudad.

Nos ubicamos, como siempre, en la primera fila de la platea: la baranda en zigzag pintada a franjas rojas y blancas del paso peatonal, mirando hacia el este, es decir, en la dirección de las vías que conducen a la cercana estación Villa del Parque.

Allí estaba la Superluna en todo su esplendor. La mayor y más brillante de las tres que se darán este año. La anterior fue el 12 de julio y la próxima será  9 de septiembre.

Por un momento, tuvimos ante nosotros dos focos de luz, cuando el reflector led de los nuevos trenes chinos de esta línea ensayó una torpe y pasajera imitación de la radiante belleza del disco lunar.

Me agaché junto a Pérez para abrazarlo, en un consabido gesto de protección ante el estremecimiento que le provoca el paso del tren, y cuando el estruendo se apagó, la campana de la barrera cesó y los motores de los autos se alejaron, compartimos juntos en silencio el fascinante espectáculo celestial.

No sé en qué habrá pensado Pérez mientras miraba la Luna. Yo, al menos, divagué sobre lo que pudieran representar las zonas ligeramente sombreadas de su cara visible. Recordé que para algunos era como un gran queso gruyere. Otros siempre vieron allí una gran cara redonda, en cuyo ojo derecho fue a incrustarse el cohete de Viaje a la Luna, la película de George Melies de 1902, uno de los primeros balbuceos del cine, inspirado en “De la Tierra a la Luna”, del gran Julio Verne.

De niño me parecía ver allí representado al Diablo, con cuernos y todo. Ya mayor leí alguna vez que en el tarot, la combinación de los arcanos del Diablo y la Luna goza de muy mala fama.

Pero esta vez, este domingo, aquí y ahora en la Argentina, lo que vi o quise ver en la Luna fue algo diametralmente opuesto: un bebé en la panza de su mamá como se ve en una ecografía.

Según Pérez, esa visión es natural para alguien a quien la vida le está trayendo los primeros nietos (nótese que usé el plural), futuros testigos de la siguiente serie de tres superlunas un mismo año, en 2034. Y sobre todo, cuando la palabra “nieto” acaba de provocar una explosión de emoción colectiva, con una de las noticias más maravillosas que se pudieran imaginar.

Crónicas de Pérez 22: el miedo

10 agosto 2014

Caminábamos de noche con Pérez, mi perro, por una húmeda y casi desierta avenida San Martín. El tema de reflexión era su terror a los rayos (como a la maldita pirotécnica), que había vuelto a manifestarse durante la tormenta de la madrugada anterior.

“Pérez, no pasa nada”, le decía yo con tono paternal, mientras palmeaba su cabeza y me compadecía de las limitaciones de su cerebro para comprender la protección que ofrece una casa ante el poder auténticamente destructivo de ese fenómeno natural.

Sé bien que no se trata de un problema particular de Pérez. De hecho, Lola, su hermana del corazón, experimenta el mismo terror que él cuando empiezan los truenos, aunque se oigan lejanos.

Les recuerdo que Lola, mi perrita, es una auténtica PCP, perro callejero promedio, inquieta, desconfiada, obsecuente y por supuesto marrón. Como ella no llega a un tercio del tamaño de Pérez, resuelve su desasosiego en las tormentas escondiéndose debajo de mi cama, donde permanece quieta y silenciosa, orándole -suponemos- a los dioses perrunos.

Pero Pérez,  que es ateo, no encuentra literalmente dónde meterse y recorre jadeante la habitación, baja y vuelve a subir la escalera a la planta baja, entra y sale del baño y va marcando su camino con gotitas de saliva, que en esos momentos se le vuelve superabundante. Finalmente, sin encontrar refugio, acude temblando a mí, ya despierto en medio de la noche por tanto ajetreo, y me toca con su pata delantera derecha.

No es mucho lo que puedo hacer en esos casos ante su mirada anhelante. Percibo su taquicardia en el abrazo mientras le explico con voz calma que no debe preocuparse, aunque sé que más que palabras son los comportamientos los que pueden transmitirle algo de tranquilidad. Entonces, hago las cosas de todas las noches como levantarme a orinar, para que vea que mantengo mis rutinas sin perder la calma y mostrarle así que estamos seguros bajo ese techo.

Mi repertorio de agota rápidamente sin resultados apreciables y terminamos unidos en el deseo de que la tormenta amaine o se aleje lo antes posible, para poder reanudar el descanso.

Todo eso repasábamos la noche siguiente durante el paseo nocturno, ya sin la tormenta bramando sobre nuestras cabezas. Yo repetía mi gesto de darle palmaditas en la cabeza, mientras recorríamos el tramo de la avenida que bordea el predio de la Facultad de Agronomía y Veterinaria.

En cierto momento, noté la presencia de tres figuras silenciosas en una aislada parada de colectivos por la que teníamos que pasar. Me puse alerta. ¿Era el colectivo lo que esperaban? Mi corazón se aceleró un tanto y si bien mis glándulas salivales no fueron estimuladas, como le ocurre a los perros, tal vez sí me ocurrió con las sudoríparas, porque Pérez tuvo exacta noción de mi repentino temor.

No daba para cruzar lejos del semáforo la muy transitada avenida. ¿Qué hacer? ¿Dar media vuelta y regresar? Pérez salvó mi dignidad. Sentí que la situación lo agrandaba. Me condujo decididamente adelante y atravesamos con paso seguro el lugar donde estaban los tres desconocidos, que miraron con respeto al corpulento ovejero belga, una de las razas caninas que menos se ha alejado de la apariencia de sus ancestros, los lobos.

Ya encaminados de regreso a casa, tuve la sensación de que Pérez me miraba sonriente de soslayo, compadecido sobre las limitaciones de mi cerebro humano, y quedé convencido de que si hubiese tenidos manos, me habría palmeado la cabeza.

Crónicas de Pérez 19: el 114

9 agosto 2014

El martes pasado llegué a casa por la tarde y Pérez, mi perro, estaba experándome con la correa en la boca. Acepté su invitación, me puso la correa en la mano izquierda y me sacó a pasear.

Mientras caminábamos por Simbrón, noté que iba muy contento y hasta me pareció que cuando un congénere le ladraba desde algún jardín o por debajo del portón de alguna cochera, más que enfrentarlo los saludaba. No sé, debía ser mi imaginación.

Lo cierto es que me llevó sucesivamente por Sanabria, Beiró y Chivilcoy, y terminamos con una vuelta a la plaza Arenales, en Villa Devoto.

Ya de regreso comprendí  -al fin y al cabo, como dice Pérez, pertenezco a una especie bastante inteligente-  que habíamos hecho un tramo del recorrido del 114. ¿Por qué lo habrá hecho? ¿Habrá querido decirme algo?