Les había prometido poner una nota que el Cronista Noctambulante hizo el año pasado sobre Corrientes, en línea con lo de la calle Florida. Para que no repitan por inercia aquello de «la calle que nunca duerme».
Pese a la reactivación, Corrientes ahora se acuesta temprano
Buenos Aires, 26 de abril de 2007.- Corrientes, la emblemática avenida porteña que años atrás nunca dormía, sufre en los últimos tiempos de sueño pesado del que, pese a la reactivación económica y al auge del turismo, sólo se desperaza los sábados y los domingos.
«Hoy estamos hasta las 2. Los fines de semana no cerramos, pero no se hace nada», dice Domingo Martínez desde detrás de la caja de La Ópera, enla esquina de Callao, que a la 1 sólo tiene cinco de sus 70 mesas ocupadas.
En una de ellas, tres varones y una chica de veintipico componen una escena muy frecuente años atrás, escasa hoy: un debate a la salida del cine, café de por medio.
«Vimos La Antena, excelente, en el Arteplex y queríamos ir a La Giralda pero estaba cerrada», informan Nico y Rodrigo, músicos, que comparten la salida con Diego, fotógrafo , y Silvana, de ocupación «aún indefinida».
Es gente con vocación artística pero ninguno de ellos sabe que el complejo al que fueron es el sucesor del legendario Cine Arte, y que sus salas se llaman Lorraine, Loire y Losuar para evocar el circuito que en los 60 y los 70 ofrecían en Corrientes películas de autor.
«Una noche vine a Corrientes con una amiga y resultó que andábamos nosotras solas y los cartoneros. La noche ahora está más en San Telmo«, refiere Silvana.
En el Brick, en la esquina de Rodríguez Peña, la única mesa con hombres maduros tiene opiniones divergentes sobre las causas, pero concuerda en que «la noche, acá, murió».
«Hubo un cambio de hábitos. Los cines tienen competencia en los shoppings y comer afuera es más caro. Mucha gente sale del teatro y va derecho a buscar el auto», dice Adrián Merlo, que se dedica a la importación.
«La crisis puede ser pero más que nada es la inseguridad», sostiene en cambio Alberto, joyero, mientras que Daniel, del mismo ramo, apunta que surgieron lugares alternativos como Puerto Madero y Palermo.
Marcelo, periodista, 53 años, lee en el Ramos, en Corrientes y Montevideo, mientras toma un café y un coñac, pasadas las 2.
«En realidad, todavía hay lugares a los que se puede ir tarde. Lo que ya no hay es encuentro. No se forman esas mesas a las que se van agregando conocidos a medida que van llegando», explica.
En frente, La Paz, ya cerrada, luce pulcra y fantasmal, sin conexión con el espíritu efervescente de los 70. cuando desbordaba de pelilargos apasionados por la cultura, el psicoanálisis y la revolución social.
Testigos de aquellos tiempos afirman que en una misma noche -y tal vez en una misma mesa- era posible encontrar a Daniel Filmus sin barba y a Jorge Telerman con pelo, hoy candidatos porteños.
Hasta quizás hayan competido por ganarse la atención de una morocha de Filosofía y Letras, como hoy lo hacen desde los afiches para seducir a la Reina del Plata.
Ricardo, desde hace 39 años diariero en esa esquina, confirma la falta de público en el volumen de venta. «En promedio, vendo la mitad, y de noche, mucho menos».
Seis quioscos. detrás de rejas o con custodios, unos puestos de diarios y uno de flores, es todo lo que está abierto entre Callao y el Obelisco a eso de las 3 de un día de semana.
Ni hablar de las librerías, parte del código genético de la avenida, que en ningún caso pasan de la medianoche.
Cirujas trabajando duro, varios «sin techo» durmiento en la puerta del Teatro San Martín, unos artesanos simpáticos que muestran sus productos en la vereda mientras comparten «un vino» y tarjeteros que ofrecen «chicas» son los personajes con los que puede toparse el ocasional caminante.
«Es general», diagnostica Raúl, quien desde el estallido de la crisis, en 2001, cada noche camina 15 kilómetros por todo el centro porteño vendiendo café con un carrito y una batería de termos.
«Desde Nueve de Julio hasta el Bajo, desde Corrientes hasta Santa Fe apenas si hay dos boliches abiertos de noche. Ahora la trasnoche de los cines termina a la 1, y por la Avenida de Mayo y Rivadavia, desde la Plaza de Mayo hasta Once, de noche no es posible comprar el diario», detalla.
Raúl Queimaliños
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